Palabras del presidente Alejandro Toledo en el sepelio de su padre, Anatolio Toledo

Cementerio Campo Fé de Huachipa
11 de noviembre de 2005

Permítanme agradecer profundamente a mi familia por haberme escogido para, en nombre de ellos, agradecer a los miles de hombres y mujeres peruanos que han mostrado su solidaridad con la pérdida de un patriarca fuerte, grande, generoso y humilde.
De acuerdo a la tradición de mi padre debería ser mi hermano mayor, Lucho, pero ellos me han escogido. En nombre de ellos quiero agradecer las llamadas, la atención y la solidaridad por la pérdida de mi padre Anatolio Toledo. En nombre de todos mis hermanos, los familiares, los nietos, los biznietos, los que están aquí y los que no están aquí.

Quiero compartir con ustedes tres breves reflexiones como ser humano, que por accidente de la vida me toca ahora ser un jefe de Estado: Primero, hemos querido compartir con ustedes nuestras lágrimas, nuestro dolor, como lo tendrían todos ustedes al perder un ser tan querido como su padre o su madre pero, la verdad, mi padre Anatolio hubiera querido que esas lágrimas se puedan depositar en algún lugar, que puedan servir para irrigar el trigo, para construir el pan, para dar de comer a los pobres. Porque él sabe de dónde viene, él sabe nuestro origen, él sabe nuestra ruta, que le gustaría ver el país, el verdor, para generar la comida y compartir el pan solidario para que nadie se vaya a dormir sin tener algo que comer.

Segundo, debemos sentirnos profundamente orgullosos nosotros la familia, porque Dios nos ha regalado un padre tan sabio, tan modesto, tan firme en sus convicciones, que nos ha trasladado a nosotros. Siempre nos decía: Nunca claudiquen en sus convicciones, y él era modesto, sereno, de pocas palabras, pero de profundo significado.

El segundo punto es agradecer que hemos tenido un padre que por 94 años ha luchado por darnos lo que somos. Provenimos de una familia muy modesta, esa mezcla de este Perú que baja de la sierra cargada de sus alforjas con esperanzas y locas ilusiones y se encuentran en Lima y así surge mi madre con quien él parte a encontrarse otra vez, con Margarita, mi madre. Orgulloso, orgullosos todos, en la pobreza también es posible ser firme, tener convicciones, ser solidario, a tener una familia unida, toda la familia, digo, toda.

Quiero agradecer a los que están presentes y a los que han llamado para expresar su solidaridad, y nosotros lo recibimos con gratitud pero con orgullo de haber tenido un padre que los callos en las manos y los callos de la vida nos han enseñado él a nosotros a ser firmes, serenos, solidarios y no olvidarnos de nuestros orígenes.

Shantal no está aquí, no pudo llegar, pero él ha vivido con nosotros 24 años, con mi familia pero también con todos mis hermanos.

Hoy tiene que partir y premonitoriamente ayer, al obedecerle a él siempre que decía: Continúa construyendo, continúa construyendo, anda a trabajar, que yo estoy bien, sabiendo que estaba muy mal. Por eso, ayer en Oxapampa cumpliendo con mi rol de trabajar por los pobres acompañado por mis ministros y colaboradores, mientras daba inicio a la construcción de la carretera Oxapampa-Puente Paucartambo, ahí en el corazón del Perú, para después ir a entregar luz eléctrica a los pobres en Yuncán sin saber que después de haber hablado con el médico tuve una reflexión para él que estoy seguro es la reflexión de todos los de mi familia y le dije: Padre, tu que estás en las últimas horas quiero que registres una vez más, antes de cerrar tus ojos, que he venido a entregar esta carretera Oxapampa-Puente Paucartambo de 44 kilómetros, sé que debo estar contigo ahora, pero tú, estoy seguro, te sentirás orgulloso porque estoy entregando los últimos minutos a los pobres, a la una y 35 de la tarde, casi a la misma hora en que él cerró los ojos, cerró los ojos para dormir y descansar después de 94 años de trabajo duro y de enseñarnos, pero él seguirá con nosotros, seguirá siendo nuestro guía y nuestro ejemplo, te prometemos padre lindo, no solo seguir cantando tus canciones viejo mi querido viejo, no solo cuando asendabas los adobes y ladrillos con un cigarro en la boca cantando pichuchanca colorada, te prometemos que vamos a cuidar hasta el fin a tu hermana por quien tú tanto te preocupas, a nuestra tía Paula. La cuidaremos como te hemos cuidado a ti, ese es nuestro compromiso, sé que hasta el último minuto tu palabra era: Mi hermana, no te preocupes, la cuidaremos hasta sus últimos días.

Finalmente quiero decirles a mis hermanos, a mi familia, a ustedes, que precisamente por ese ejemplo, él es inspiración de coraje, él me enseña y nos enseña a todos a seguir adelante, a tener más fuerza porque estoy seguro que él quiere ver un Perú más justo, más floreciente, con menos odio, más unidos. Él me da fuerza, cuando estuvo vivo y ahora que ha cerrado los ojos para dormir, él es fuente de energía, de fuerza, nos queda todavía un largo trecho para recorrer dentro y fuera del gobierno, sólo para construir un país más justo y más unido, que cree en nosotros mismos, que somos capaces de creer en nosotros mismos para dejar a los hijos de los hijos de nuestros hijos un país con menos pobreza. Tu eres fuente e inspiración y de fuerza, de coraje.

Quiero en nombre de toda la familia una vez más agradecer este gesto generoso de recibir a líderes de diferentes partidos políticos, personas de diferentes religiones, venir a expresar un abrazo solidario, dice mucho, podemos tener diferencias partidarias, eso es parte de la democracia, pero cuando se trata de la vida humana eso no se toca, quiero agradecer ese gesto en nombre de mi familia, dice mucho. Así como hemos construído nuestro mapa de ruta en el Acuerdo Nacional, a pesar de nuestras diferencias, cuando se trata de la vida, somos seres humanos, mil gracias, en nombre de toda mi familia, mil gracias a la prensa que generosamente han hecho una reseña de la vida de un hombre simplemente modesto que nació en Nazca, de padres ayacuchanos, de Puquio, Coracora, para después labrando la tierra ir después a construir casas con sus manos para ser pescador improvisado, para trabajar en las minas y por haber accedido a que yo tome un rumbo que con la fuerza tuya, padre lindo, y con la fuerza de Dios y de los peruanos, hoy me han dado el enorme previvilegio de conducir los detinos de mi país y, por eso, con la fuerza que tú me das, no cesaré de seguir construyendo hasta el último minuto de mi gobierno, y nunca dejaré de luchar hasta el último minuto de mi vida por los pobres. Muchísimas gracias por todo su apoyo, muchas gracias.