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atleta
pura sangre

Campeona Panamericana y Sudamericana de atletismo en los 3 mil y 5 mil metros planos. Corredora nata. Inés Melchor, huancaína por adopción, dejó de ser promesa para convertirse en la deportista que mejor proyecta la imagen del país en el continente.

Por CÉSAR CHAMAN ALARCÓN

El corazón de un atleta bien entrenado debe funcionar en reposo a sesenta latidos por minuto. Pero cuando Inés Melchor camina hacia el podio de los triunfadores para recibir una medalla de oro, no hay forma
de medir su ritmo cardíaco. La sonrisa se le dibuja entre las mejillas, sus músculos se estiran y se contraen, sus cabellos lacios se alborotan entre sudor y viento y todo su ser desborda alegría.
Desde los tiempos de Carmela Bolívar y Edith Noeding, muy pocas mujeres habían conseguido lo que ahora parece sencillo para esta muchacha de diecinueve años: llevar la bandera peruana a flamear en señal de victoria en los principales escenarios deportivos de América.
Lo hizo este año en Windsor, Canadá. Lo consiguió en 2003 en Bridgetown, Barbados, y en Guayaquil, Ecuador. Lo logró en 2002 en Asunción, Paraguay, y un año antes en Santa Fe, Argentina. Sus títulos son tantos que algunas revistas especializadas en atletismo reservan más de media página sólo para enumerarlos. Inés compite en pruebas de medio fondo desde los quince años. Sin embargo, su primera carrera la hizo cuando tenía apenas tres meses, en brazos de su madre, para escapar de la violencia que castigaba a Huancavelica. Atrapados como muchos peruanos pobres entre el terrorismo y la represión de la década de 1980, sus padres no tuvieron más remedio
que marcharse a Huancayo con lo que tenían puesto y con sus dos hijos a cuestas. “Soy huancaína de corazón”, asegura Inés Melchor,
como para demostrar que los viajes, el roce internacional y los triunfos no le impiden ser una mujer agradecida. En la Ciudad Incontrastable creció entre los patios donde jugaba fulbito con sus primos y el puesto de mercado que su madre instaló para vender zapatillas, polos, shorts, buzos y medias de felpa. Estudió la primaria en la escuela San Francisco de Asís de Huancayo, donde la maestra Lila imponía rigor sin
vacilaciones. “Cuando alguien no hacía la tarea, lo sacaba adelante, le bajaba el pantalón y le daba un correazo –recuerda–; ella nos enseñó a leer a la fuerza”. Años después pasó al colegio secundario Virgen de Cocharcas. Allí, el profesor Mauricio Rivera López supo identificar su talento para el atletismo. Inés entrena tres horas cada día, los siete días de la semana, y recorre cinco mil metros en 16 minutos 48 segundos
y 6 centésimas, mucho más rápido que cualquier viaje en ómnibus por las casi cincuenta cuadras entre el Museo de Arte de Lima y el Óvalo de Miraflores. Por una suerte de identificación en la adversidad, Inés
admira a los atletas kenianos y etíopes. “Tienen una fuerza increíble; tal vez no cuenten con los recursos para prepararse como en los países desarrollados, pero una vez que entran a la pista, ellos se defienden con todo.” En casi cinco años de competencias en estadios de todo
el continente, ha bebido de la copa de la alegría y también del foso de la tristeza. “Desde Argentina, una vez llamé a casa para contar que había ganado una medalla. El teléfono lo contestó una de mis tías y parece que no reconoció mi voz; así que, pensando que se trataba de mi prima de Huaral, me soltó una noticia terrible: Tu tío acaba de morir.”
El torneo al que asistía recién comenzaba e Inés tuvo que quedarse fuera del país por casi tres semanas, sin posibilidad de retorno para compartir el dolor de sus padres. “¿El momento más feliz de mi vida?”, se pregunta, abriendo los ojos al máximo. “Cuando mi papá y mi mamá
me celebraron mis quince años: fue muy bonito bajar por la escalera con mi vestido blanco y compartir mi fiesta con todos mis amigos. Como en 2001 aún no participaba en torneos grandes, todavía era una chica feliz”, comenta la campeona, antes de soltar una carcajada. Aunque su negocio sobre la pista atlética es mover las zapatillas a la velocidad del viento, ella tiene los pies bien puestos sobre la tierra. Por eso, estudia derecho en la Universidad Peruana de los Andes, gracias a una beca integral que compensa sus méritos deportivos.
“Cuando deje de ganar, ¿quién se va a acordar de mí?”, reflexiona Inés, quien se ve a sí misma como una abogada especializada en temas ambientales de aquí a diez años. “En Junín, están desapareciendo los bosques de Satipo y la contaminación en La Oroya supera todo control; los jóvenes tenemos que hacer algo.” No tiene cábalas, pero antes del disparo inicial de cada carrera, la campeona se encomienda a Dios. Y cuando ingresa en el tramo final de la competencia, en el momento en que hasta la más pintada se queda sin energías, mentalmente se repite cien veces –quinientas veces, mil veces– una frase que aprendió en
el Instituto Peruano del Deporte: “Serenidad, fuerza y garra.”
Hace dos años, como reconocimiento a su actuación en torneos continentales de la categoría menores, las autoridades del deporte decidieron premiarla enviándola al Campeonato Mundial de Atletismo de mayores, en París, para que acumulara experiencia.
En la línea de partida, en medio de estrellas internacionales del semifondo, Inés era la menor y la más pequeña. En cierto momento de la prueba, el pelotón de avanzada llegó a sacarle una vuelta completa de ventaja y la campeona sintió que el cielo se le venía encima. Por un segundo, pensó en retirarse. Sin embargo, su orgullo, su vergüenza y su persistencia –forjados bajo el sol de una ciudad incontrastable, en
las aulas de un colegio estatal, al calor del hogar paterno– le
prohibieron la opción del abandono.
Observándose ella misma en la pantalla gigante del estadio parisino, corrió sola todo un giro completo ante la atronadora ovación de treinta mil espectadores. Ese día, Santa Inés Melchor Huiza –princesa y cenicienta–, aprendió una lección que nunca olvidará: en el juego de la vida, los aplausos son para los que llegan primero, pero también para los que no se rinden.

«Correr en nombre del Perú es una emoción que no puedo describir. Con sólo pensar
que estoy representando a mi país, me lleno de una fuerza interior muy grande. Y
entonces estoy lista para ganarle a cualquiera, incluso a las corredoras de una
potencia como Estados Unidos.»


Nombre:

SANTA INÉS MELCHOR HUIZA

Fecha de nacimiento:
30 de agosto de 1986.

Lugar: Acobambilla (Huancavelica)

Edad:
19 años.

Sponsor: Adidas

Logros:

Sudamericano de Menores de
Bogotá, Colombia 2000: Medalla de plata en 3,000 metros.
Sudamericano Juvenil de Santa Fe, Argentina 2001: Medalla de oro en 5,000 metros planos, Medalla de bronce en 3,000 metros planos.
Panamericano Juvenil, Santa Fe, Argentina 2001: Medalla de oro en 3,000 metros, Medalla de plata en 5,000 metros
Torneo Internacional Juvenil Santiago Nakasawa, México 2002, Medalla de oro en 5,000 metros, medalla de plata en 3,000 metros.
Sudamericano de Menores Asunción, Paraguay 2003, Medalla de oro en 3,000 metros, Medalla de bronce en 1,500 metros.
Sudamericano Juvenil de Guayaquil, Ecuador 2003: Medalla de oro en 3,000 metros, Medalla de oro en 5,000 metros
Panamericano Juvenil de Bridgetown,
Barbados 2003: Medalla de oro en 5,000 metros, Medalla de oro en 3,000 metros Panamericano Juvenil de Windsor, Canadá 2005: Medalla de oro en 5,000 metros, Medalla de plata en 3,000
metros.
Récords nacionales: 1,500 metros
(Menores) 4'30", 3,000 metros (Menores) 9'54", 5,000 metros (Juveniles) 17'14" • Premiada como La Mejor Atleta Peruana de 2003.

 
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